jueves, 25 de diciembre de 2008

EL LIBRO DE COCINA DE EMMA DARWIN


Informa hoy la BBC, recogido por el diario "El Pais", que se acaba de publicar en el Reino Unido, un libro que transcribe la recetas de cocina de la esposa de Charles Darwin (1809-1882) . El libro, es sin duda el testimonio de la comida que degustó el famoso naturalista. La obra se basa en las notas personales de Emma Darwin e incluye la forma para cocinar más de cuarenta platos victorianos, como los champiñones a la parrilla, el hojaldre de queso o el chocolate irlandés ¡horneado a lo largo de más de seis horas!


Las autoras son Dusha Bateson y Weslie Janeway, las cuales han transcrito las notas guardadas en el archivo de la Universidad de Cambridge.
El manuscrito también recoge alguna receta escrita a mano por Charles Darwin -por ejemplo, arroz hervido- (una receta muy masculina).
Si quereis, también podeis consultar el manuscrito original, pero os recomendamos que compreis el libro editado, ya que lo que la Universidad de Cambridge obtenga con las ventas ayudará a financiar el proyecto de edicición de los manuscritos del autor de "El origen de las especies".

sábado, 20 de diciembre de 2008

COMERCIO DE COMESTIBLES: UN COMERCIO QUE NO LLAMA LA ATENCIÓN. El pecio de Pabuç Burnu, siglo VI aC

El pasado mes de octubre se ha publicado el número 4 del volumen 112 de American Journal of Archaeology. De este número nos gustaría destacar el artículo de GREENE, E.S.; LAWALL, M.L.; POLZER, M.E. (2008) "Inconspicuous Consumption: The Sixth-Century B.C.E. Shipwreck at Pabuç Burnu, Turkey" (pp. 685-711).

En la imagen, zona de localización del pecio

En él se hace un repaso-resumen a los resultados de las excavaciones de una nave hundida en el segundo cuarto del siglo VI aC, al sudeste de Halikarnassos. Se trata de una embarcación de cabotaje no demasiado grande; aproximadamente de entre 17-18 metros de largo (y menos de 10 toneladas de peso).

Éste mercante, nos ofrece una muestra de cómo eran los barcos con los que se practicaba el comercio en época griega arcaica. A bordo, se hallaron entre 250 y 275 ánforas originarias del Este del Egeo. Ello, junto a los restos de uva y aceitunas, confirmarían el carácter de comercio agrícola de la carga. Las ánforas eran probablemente de fabricación rodia. Algunas procederían del sur de la Jonia, otras de Klazomenes y se ha detectado un fragmento de ánfora de Lesbos. Un aspecto interesante consiste en la gran variedad de la capacidad de las mismas (mayor a un 30% de variabilidad entre los tipos), lo que indicaría una fase incipiente de estandarización de los recipientes. Han aparecido, asimismo, fragmentos de cerámica procedentes de toda la región focea.
La carga incluía, lo que parecen cuatro morteros, que los autores consideran como una posible medida de capacidad para áridos. Lo mismo sucedería para líquidos con otras cuatro jarras halladas.


El hallazgo posibilita la tesis de estar dirigido a un comercio secundario por toda la costa turca e islas próximas. La conclusión de los autores es la existencia de una circulación mercantil de productos agrícolas , a la vez aque nos muestra una práctica de navegación de cabotaje, enmarcada en una estructura que no es ni el comercio de objetos de lujo -cantado por los poetas de los tiempos heróicos-, ni tiene que ver con la brillantez de los mercados más evolucionados de época clásica.
En definitiva, los autores proponen un modelo basado en dos tipos de comercio: uno de intercambio de bienes de prestigio, para afianzar vínculos y alianzas, y otro de trueque de productos de primera necesidad, realizado a mucha menor escala. Éste modelo, que parece aceptable para el mundo griego oriental, pensamos que, sin duda, puede paralelizarse al extremo occidental del mundo mediterráneo.

Todas las fotografias son del Institute for Nautical Archaeology (http://ina.tamu.edu/pabucburnu/pb_publications.htm

martes, 16 de diciembre de 2008

IO SATURNALIA: ¡ALÉGRESE QUIEN RESPIRA A LA ROSADA LUZ DEL DÍA!

Porque la Navidad, los días del Sol, son un renacer a nuestras emociones, porque nos sentimos felices de ver cada día un gran astro luminoso que nos renueva, porque queremos seguir comunicándonos con los amigos durante todo un año más a través de éste bloc de libre expresión, que nos dure muchos años (sobre todo, la expresión libre).

Como felicitación de éstas Saturnales os ofrecemos tres regalos, como los Magos de Oriente:



ORO: los versos de Johann Christoph Friedrich Schiller:
"Alégrese quien respira
a la rosada luz del día"

Schiller, pintura de
Ludovike Simanowiz, 1793


INCIENSO, como el humo que desprende la bruma del telúrico amanecer, en la montaña mágica de Montserrat...

MIRRA: el aroma y la pasión del amor, y el respeto individual que merece, simbolizado para la ocasión por las hojas del ginkgo enganchadas en el poema de Goethe del mismo nombre.

El Ginkgo biloba es un árbol de presencia muy antigua, un verdadero fósil vegetal. “El superviviente cabello de venus” de Hiroshima, es un ejemplar que logró soportar la gran bola de fuego a solo 1 kilómetro de la explosión. Este Ginkgo se encontraba en uno de los jardines de un templo budista de la ciudad. Se le dió por muerto, pero los brotes de la primavera de 1946, demostraron lo contrario, y la fortaleza de esta especie y de este ejemplar en particular, que se mantiene con vida en nuestros días, simbolizan así la esperanza. Actualmente, Hiroshima se ha convertido en un manifiesto viviente a la paz y este Ginkgo es un claro ejemplo de la lucha por la vida, contra la que no se debe atentar.



Ginkgo junto al templo budista de Hiroshima. Foto Annaku-Hi

Volviendo a Goethe, el poeta busca en sus versos, la analogía entre la hoja del árbol y la unión de dos que se aman. La unión a la que alude no es la limitada absorción del uno por el otro, sino la permanencia de los dos, dos personas diferentes, con sus propias individualidades, aunque el amor los funda en sólo uno. Los afortunados que amamos, sabemos que la verdadera unidad en la pareja, exige la diferencia de los dos seres que se aman, por muy difícil que resulte a veces. El amor del poeta por Marianne von Willemer (Suleika), es uno y doble.

El árbol que fue la fuente de su inspiración lírica en 1815, creció en Heidelberg, Alemania. Nuestro regalo que simboliza la mirra, es además de ésta serena reflexión sobre el amor y el respeto a la individualidad, la reproducción del manuscrito original del poema que, publicado por su autor en la obra 'West-östlichen Divan' (libro Suleika) de 1819, fue titulado 'Ginkgo biloba'. El original se conserva en el Museo Goethe, Düsseldorf (Alemania), mide 21,4 x 32,7 cm, y las hojas de ginkgo que lo rubrican, fueron pegadas a él por el mismo poeta. Por cierto, que hemos superpuesto una traducción libre del alemán.

¡Ah!, y si conseguís una hoja de ginkgo, guardarla dentro de vuestro libro de lectura, pues lo protegerá de los Lepisma sacharina, aquellos bichejos terror de bibliotecas y archivos. Es rigurosamente cierto...

IO SATVRNALIA
(AVE SOLI INVICTVS)
Gratias maximas vobis

lunes, 15 de diciembre de 2008

FRUTAS DE SARTÉN, DELICIOSAS FRUTAS DE INVIERNO

Como "miel sobre hojuelas" son las frutas de sartén: almojábanas, buñuelos, piñonates, riscos, rosas, sequillos, sopaipas, alfinges, angoejos, angüejos, anzuelos, arrepapalos, calentitos, carbonadas, churrascas, cohombros, enmelados, fartes, filloas, frisuelos, fritillas, gajorros, gañones, gañotes, gaznates, melindres, piñonates, gusanillos, juncadas, orejas de abad, panes aromatizados, rebozados y fritos, pestiños, churros, porras y tejeringos, roscos, rosquillos y rosquillas fritos, sombreretes, esponjas, esponjuelas y hojarascas, borrachuelos, hojuelas... Dulcería ancestral son sin duda esos delicados bocados de nuestra repostería mestiza que la joven y lozana Aldonza, de raíz sefardí, pizpireta protagonista de Francisco Delicado, exhibe en parte, en el mamotreto segundo de ese singular, entre otras cosas, compendio gastronómico del Siglo de Oro español.
Las frutas de sartén son los manjares dulces que recoge El Quijote (a la izquierda, KuanUm!, pregón de las fiestas de Primavera en Ciutadella, Menorca: Duelos y quebrantos)


Frutas de sartén que, pagadas por el rico Camacho el dia de su exhuberante boda, no pudo sin embargo degustar el bonachón Sancho Panza, acosado por un médico dietista que imponía un insufrible régimen de salud con el que Cervantes hace chanza de la medicina de herencia medieval:


"(..) Contó Sancho más de sesenta zaques de más de a dos arrobas cada uno, y todos llenos, según después pareció, de generosos vinos; así había rimeros de pan blanquísimo, como los suele haber de montones de trigo en las eras; los quesos, puestos como ladrillos enrejados, formaban una muralla, y dos calderas de aceite, mayores que las de un tinte, servían de freír cosas de masa, que con dos valientes palas las sacaban fritas y las zabullían en otra caldera de preparada miel que allí junto estaba. ". Y continúa Cervantes con su relato: "Todo lo miraba Sancho Panza, y todo lo contemplaba, y de todo se aficionaba: primero le cautivaron y rindieron el deseo las ollas, de quién él tomara de bonísima gana un mediano puchero; luego le aficionaron la voluntad los zaques; y, últimamente, las frutas de sartén, si es que se podían llamar sartenes las tan orondas calderas(..)".
Degustando las delicias de sartén del Molino de Matazorita
Deliciosa fruta en sartén de Juan,
nuestro amigo neomolinero de Matazorita.


El romano Apicio, a quien rememoran Francisco Delicado, en boca de Lozana, y Miguel de Cervantes, en boca de Sancho, nos ofrece en alguna receta éstas mismas frutas calientes: ¿qué son, si no aquellas "ova sfongia ex lacte" que se recogen en su De Re Coquinaria ("De las cosas de la cocina", libro. 7, 13, 8), o aquellos aliter dulcia ("otros dulces") que se leen en la misma recopilación culinaria romana? Pues simplemente masas fritas, deliciosas masas fritas, con o sin huevo, leche, harinas, hasta panes reciclados –como las castellanas torrijas, en Cataluña, "torradetas de Santa Teresa", preciados dulces mediterráneos aromatizados con vino, o anís verde, ajonjolí, entre otras semillas de olor, y bañados en miel, arropes, o, andando el tiempo y con el encuentro de la dulcería árabe, azúcar de caña y después canela.



Con estos días tan frescos añoramos aquellos picatostes de pan endurecido que la abuela Emilia freía en denso aceite de oliva para que el tío Desiderio desayunara cuando venía de Mallorca, y que nuestro tío acompañaba con una taza de café de puchero que inundaba de aroma la cocina de carbón con hornillas de hierro. ¡Olor a carbón quemado avivado con teas resinosas!



¿Y las delicadas flores fritas? Por casa se conservaba un molde forjado por el habilidoso abuelo Julio en su herrería de Tébar.



¡Aaahhh, los churros!, añorados buenos churros, portadores de recuerdos del establecimiento del barrio, con su flamencona churrera al frente, que los freía y servía al cobijo de aquella pequeña caseta de chapa pintada de verde, junto al Huécar, allá en la puerta de Valencia de Cuenca, o de aquellos otros churrillos divinos, que aún pudimos comprar ensartados en sus juncos, en las calles de Madrid. Eran años de vida estudiantil, cuando al final de nuestra larga y joven noche madrileña, descendíamos con premura a las profundidades de la churrería de San Ginés para, al calor de la taza de chocolate, sentir entre los dientes ese crujir de la masa bien elaborada y frita. 


¡Que recuerdos gravados en la memoria de nuestros sentidos!, y ¡que conquistas culinarias surcaron océanos a lo largo de la historia! Y los surcaron, ¡en serio!, y para prueba un botón, y si no, aquí va la imagen que la amiga Sandra Ruano, desde Melbourne (Australia), colgó en su blog "Canguros y otras bestias boca abajo", por cierto, ¡un abrazo desde las antípodas para la pareja de amigos aventureros!


Y es que, parece que los churros son la fruta de sartén más internacional, casi intergaláctica, y si no que se lo digan al mismísimo extraterrestre Gurb, el ser protagonista de la divertidísima novela de Eduardo Mendoza    "Esperando a Gurb", que extraviado en Barcelona, decide investigar todo lo que le rodea y, entre otras cosas, se convierte en un devorador de churros. 


Habla también de ellos, para más señas, el novelista norteamericano James A. Michener, quien tras saborear una taza de chocolate con churros en un pueblo castellano, escribió aquella exagerada frase de que: "un pueblo que se desayuna cada día con chocolate con churros debería estar dispensado de demostrar su valor de otra manera".


¿Acaso Mister Michener los comería fríos y blandengues? No puede ser comparar el delicioso churro al incomible bodrio espartano, por hablar de cosas verdaderamente intragables ¿no os parece?

jueves, 11 de diciembre de 2008

LIMONES EN CONSERVA, SABOR ÁRABE

Hace dos semanas, iniciamos nuestro nuevo programa de dinamización del Museo de Sant Boi de Llobregat, que lleva por título "Los objetos nos hablan", y lo comenzamos con el taller "Cajón de aromas", a propósito de un precioso especiero de fabricación valenciana en la década de 1940, que se conserva entre los fondos del Museo.


Hablamos de especias, de gustos de aquí y de allá, y los participantes jugaron a disfrutar de los aromas y los acentuados sabores que potencialmente pueden llegar a nuestra cocina.
Entre otras cosas, y para terminar, hicimos unas especias del futuro, que llamamos "especias de mar" (otro día daremos la receta), y en nuestro improvisado taller de conservas, preparamos con rapidez unos limones especiados árabes, tan comunes hoy en la cocina marroquí para aderezar platos de pescado (como el adobo del pez espada, por ejemplo) o de aves. Hecha la receta de la aromática conserva, prometimos a los participantes, que publicaríamos aquí una propuesta culinaria para utilizar éstos sabrosos limones, y como lo prometido es deuda, ahí va:

Pollo marroquí (tagine) con limón y aceitunas
Ingredientes
· 2 cucharaditas de pimentón
. 1 cucharadita de comino
· 1 cucharadita de jengibre
· ½ cucharadita de canela molida
· ¼ de cucharadita de pimienta molida fresca
· 2 cucharadas de aceite de oliva
· 1 pollo hermoso, cortado en 8 piezas
· 3 dientes de ajo picados
· 1 cebolla, picada finamente
· La cáscara de 1 limón en conserva cortada en tiras delgadas, y liberada de su pulpa, demasiado ácida
· 1 taza de aceitunas verdes, picadas
· ½ taza de agua
.½ taza de pasas
.¼ taza de cilantro fresco picado
· ¼ de taza de perejil fresco picado

Método
1. Combinar todas las especias en un tazón grande. Macerar el pollo aparte, en un recipiente, con la mezcla de especias, dejándolo reposar durante una hora para que reciba los sabores aromáticos.
2. En una gran sartén, preferiblemente de hierro o en una cazuela de barro, calentar el aceite de oliva a fuego mediano alto (puede ser en un tagin). Añadir los trozos de pollo, espolvorear ligeramente con sal (¡cuidado con la sal!, ya que las aceitunas y los limones son salados), y saltear durante aproximadamente cinco minutos. (Si se hace en tagine de barro, mejor a fuego medio) . Añadir al salteado ajos y cebollas picados finamente. Cubrir y dejar cocer durante 15 minutos.
3. Añadir las rodajas de limón en conserva, las aceitunas, las pasas y ½ taza de agua. Llevar a fuego lento e ir disminullento el calor. Tapar y vigilar durante unos 45 minutos. Después, a fuego muy, muy lento, unos 30 minutos más, hasta conseguir que la carne se enternezca y quede jugosa.
4. El punto final es añadir la mezcla de perejil y cilantro frescos justo antes de servir, para aportar así todo su aroma y conservar su preciada vitamina C.
5. Puede presentarse acompañado de cuscús o arroz basmati integral (apto así para dieta Montignac, la dieta apropiada para gourmets).
¡Buen provecho!, amig@s

lunes, 1 de diciembre de 2008

LA RAÍZ DE LOS BÁRBAROS (la raíz que nos enseñó Bárbara): apreciado ruibarbo

Espléndido y delicadamente ácido llega el ruibarbo a nuestra mesa. Y ante su crujiente textura, nos viene a la memoria con qué sorpresa, ¡amigos!, nos iniciamos los humanos en ese gusto de características punzantes: el ácido. Realmente, junto al amargo, sabor si cabe aún más difícil, forma parte de nuestras pruebas iniciáticas gustativas para acceder al mundo de los adultos.

A nuestra admirada y buena amiga Bárbara Paroni, que disfruta de un entorno espléndido en su hermoso pueblo de Saanen, debemos el placer de haber degustado una deliciosa y casera tarta de ruibarbo, de la que os ofrecemos la receta, para regalaros así la oportunidad de poder compartir este agradable sabor, siempre que consigáis encontrar por vuestra geografía la estimada planta bárbara, ¡claro está!. Nosotros aún no la hemos conseguido por aquí. Si alguien sabe dónde, no dude en explicárnoslo.

Un poco de historia. Rheubarbarum y rhabarbarum, en latín medieval, ambos términos son procedentes de la forma griega rabarbaron que Isidoro de Sevilla relacionaba con el griego riça (raíz), para sostener que era la raíz de los bárbaros.

Rheum es el género que aglutina a una treintena de especies de plantas herbáceas vivaces de la familia de las poligonáceas.


El ruibarbo lo rastreamos en un origen siberiano, y también parece ser que China tuvo la fortuna de disfrutarlo como planta medicinal durante siglos.

Mirando a los clásicos, comienza a apuntarlo Dióscorides , en sus remedios medicinales
(III, 3.2. 317), donde lo llama rhâ , rheon o rhion (Rhâ es la designación del río Volga, zona de procedencia de la variedad mencionada por él). También, "Rha ponticum", es decir, "rha" del Ponto (Mar Negro). Dice así:

"Nace en lugares más allá del Bósforo, de donde también se trae. Su raíz es negra, parecida a la de la centaura mayor, aunque más pequeña y más rojiza, no tiene olor, es porosa, ligera. Tiene más efecto el no agusanado. De sabor pegajoso con una astringencia moderada, y el que al ser mascado amarillea y se vuelve algo azafranado en su coloración.
Bebido es eficaz contra las flatulencias del estómago, la distensión, dolor generalizado, convulsiones, desgarros, males de bazo, de hígado, de riñón, retortijones, afecciones de la vejiga y tórax, tensiones en el hipocondrio, dolores de útero, ciáticas, esputos de sangre, jadeos, hipos, disenterías, afecciones de vientre, fiebres recurrentes, mordeduras de fieras. Las dosis son semejantes a las del agárico en relación a cada mal, haciendo uso de la misma cantidad y de los mismos líquidos, en vino de miel a los que no tienen fiebre, pero a los que la tienen con aguamiel; a los que padecen de consunción con vino dulce; a los que están del bazo con ojimiel; a los que están del estómago, mascado y tragado, sin ningún líquido. Elimina también manchas, lívidad y excrecencias cutáneas en ungüento con vinagre y diluye todas las hinchazones duraderas aplicado en cataplasma con agua. Su virtud más notable es la astringente con cierta cantidad de calor".

Plinio (NH, L.XXVII, cap. 12) por su parte, habla de la planta como de la rhacoma, que dice provenir de aquellas regiones que están sobre el Ponto. Su raíz, añade,

"es semejante al costo negro, menor y algo más rubia, sin olor, caliente al gusto y astringente. La misma, triturada, da color de vino, que se inclina a azafranado. Aplicada por linimento mitiga los tumores e inflamaciones. Sana las heridas. Hecha linimento con vino paso, mitiga las lágrimas de los ojos, y con miel quita las señales hechas en el cuero, y con vinagre otras manchas lívidas. Su harina se esparce contra las llagas malignas, y a los que escupen sangre se da peso de una dracma en agua, y a los que padecen disenterías y celiacas, si carecen de calentura, en vino, y de otra manera, en agua. Tritúrase más fácilmente teniéndola la noche antes en agua. Dase a beber su cocimiento con doblada cantidad para las roturas y convulsiones, y caídas de alto. Si hay dolores de pecho, se añade algo de pimienta en agua fría. Y aplicada por de dentro, por de fuera, aprovecha a los que escupen materia. También a los que tienen mal de hígado o de bazo o ciática, para los males de riñones, suspiros y asma. Sana las asperezas de la caña del pulmon en vino paso, triturada cantidad de tres óbolos y bebida, o su mismo cocimiento. Purga también, y limpia los empeines puesta sobre ellos desatada en vinagre. Bébese contra las inflaciones y resfriados y calenturas frías, zollipos, tortijones, asperezas, gravedad o cargazón de cabeza, vertígines malancólicas, dolores de cansancio y convulsiones".

A su acidez, con un singular punto astringente, se suma su extraordinaria textura, ya lo hemos dicho, pero es que, además, tiene una particularidad más, la cesión de su cromátismo tornasolado: si mordemos sus tallos crudos, la saliva quedará teñida de amarillo anaranjado, ya lo dijo Plinio, y un crujir fresco se escuchará entre los dientes, cuando se mastican. ¡Cuidado!, por cierto, que sus hojas contienen un principio tóxico. En medicina, en dosis controladas resulta tónico y laxante. ¿Qué más decir después de lo que ya explicaban nuestros dos sabios clásicos?

Pues ahí va la anunciada receta, bien sencilla, ¡por cierto!. Un abrazo, Bárbara, gracias por tus cuidados y tu extraordinario cariño. La receta y el pastel los disfrutamos a vuestro lado y pasamos unos momentos inolvidables contigo y con Mario.

PASTEL DE RUIBARBO DE BÁRBARA.

Para la base (masa):

  • ¼ Kg de harina
  • 1 cucharadita de café de sal
  • 200 grs. de mantequilla poco ablandada
  • 2 dl. de agua
    Para la cubierta:
    4 huevos
    2 cucharadas grandes de harina
    Avellanas o almendras molidas
    1 chorreón de leche
    2 cucharadas de azúcar
    400 gramos de ruibarbo fresco

    Deshacer entre los dedos, con energía y rapidez la harina con la grasa no ablandada en exceso. Una vez en su punto, perfectamente maleable, se extiende con un rodillo sobre una bandeja de horno, dándole unos cortes. Sobre ella se espolvorean las avellanas o almendras molidas no demasiado finas, se extiende el ruibarbo troceado y finalmente, se vierte la leche batida con los huevos y el azúcar. Hornear hasta conseguir el punto deseado y ¡buen provecho!